Nunca te dije qué bella eras, y todavía lo eres, el aire de tu rostro, de la cabeza a los pies, la manera de mirar y de moverte en la vida. Siempre la reticencia.
Te encontré la primera vez. Me miraste bien y yo por primera vez me avergoncé.
Desde entonces me desperté pensando en ti y vagaba por las calles a la espera de volverte a ver.
Aunque fuera de lejos, corriendo con las amigas. Detrás de la ventanilla de un tranvía. En un cine lleno, cuando se encendían las luces por algunos segundos.
Otras veces venias a romper la espera de semanas, meses.
Nunca había intentado acercarme a ti porque un día, lo supe, nos hablaríamos.
En mis sueños hubo extraños presentimientos y figuraciones de nuestro encuentro.
{Teníamos los cabellos grises, (mucho) y hablabamos del tiempo como gente mundana que sabe la inutilidad de las explicaciones}
No hubiera debido encontrarte.
-fin
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